jueves, 13 de marzo de 2014

Toulouse

Soulz

No podía dormir, la conciencia me lo impedía, tenía miedo de dejarla sola. Pasé la noche entera pensando en cómo serían nuestras vidas. Eran las 3 y media de la madrugada, cogí el traje, el mechero, un puro y la besé. Ella todavía dormía, no quería despertarla. Salí del portal de casa, no había nadie en las calles, me pareció extraño, las calles de Toulouse están siempre llenas, y más por las noches.
Nadie me observaba y metí la pistola en la guantera del coche. Mientras pensaba en como contarle a ella de que vivía, me dirigí al cementerio para acabar con el cliente que me habían otorgado.
Tenía que recorrer unos 70 km para llegar. Veía el asiento del copiloto vacío y me entró el miedo. Odio dejarla sola. Pero esta vez iban a ser 40.000 francos. Al llegar, había niebla, mucha niebla, abetos. Y nieve en la copa de algunos. Ese sitio me resultaba familiar. Entré, le vi y me miró. Estaba poniéndole flores a su difunto padre. Fui hacia él, había tanta niebla que, creo que no me reconoció. “¿Amir eres tú?” Pasaron unos segundos y seguí avanzando. “¿Amir…?”
Le puse la pistola en la sien. “¿Te acuerdas de mí?” Le susurré. Asintió con la cabeza. “¿Y tu de m-mi-mi?” balbuceó. “Claro que me acuerdo” Sonreí y apreté el gatillo.
De repente, escuché como alguien se movía entre los abetos. Pero con el silenciador, la pistola apenas emitió sonido alguno. Estaba tranquilo, pensé que era un animal. Eran las 6, las tintorerías no abrían hasta las 8 y media. Vi un bar de carretera, me dirigí a desayunar y a hacer tiempo para la tintorería.
No había nadie en el bar. Me senté, encendí el puro y le dije a la camarera que me sirviese. Era una niña, una joven e inocente niña. ¿Qué padre dejaría con 16 años trabajar a una niña en un bar de carretera? La sociedad se va a la mierda y nosotros con ella.
Siempre bebía, no sé porque, supongo que sería por el recuerdo de haber matado a más de una persona, o por el hecho de saber que alguien puede entrar por esa puerta y pegarme cuatro tiros. Siempre acababa bebiendo y yendo a casa ebrio.
Llevaba años siendo mercenario, pero nunca había bebido tanto, estos últimos meses en exceso. El rencor me carcomía por dentro. Recuerdo hace 11 años cuando a mi padre lo cosían a tiros delante de mí por un puñado de francos. El que lo disparo, se acercó a mí y me dijo : “La sangre se paga con sangre”
Mientras iba en el coche, una voz me atormentaba. “Amir, ¿dónde estás?” No sé de dónde venía, lo único que sé, es que no callaba. Una y otra vez volvía a repetir lo mismo. Será por no dormir, pensé.
Dejé el traje en la tintorería y me dirigí a casa. Cuando llegué, ella ya no estaba. Fui a la cama y me encontré una nota. “No sé dónde te metes, tengo ganas de pasar un día contigo… he vuelto a encontrar el cajón abierto y sin la pistola. Ten cuidado Amir. Vuelvo a las 14.00, un beso.”
Me acosté, y a escasos minutos de dormirme, la vi. Estaba en la esquina de la habitación. Mirándome con cara de arrepentimiento. Cerré los ojos y me dormí. ¿Qué podía haber sido eso?
Una voz que me reclamaba en el coche, y ahora esto. Quería pensar que era por la falta de sueño, pero en realidad, yo sabía que no era por eso. Llegaron las 14.00 y no llegaba, empezaba a estar inquieto y nervioso. Llegó una hora y media tarde. Nunca había llegado tarde, y me resultó algo extraño aunque no le di más (vi real) importancia. Pero tras unos días volvió a pasar lo mismo. Llegaba 2 horas tarde. No me daba explicación. Decía que era porque el jefe le hacía quedarse hasta tarde. No me lo creí.
Era un domingo por la mañana y decidimos ir al cine. Mientras iba en el coche, me empezó a susurrar alguien. No sé de dónde venía. Otra vez. “Te está engañando, mírala…” La miré y estaba con el móvil, esbozó una sonrisa y me miro. “¿Con quién hablas?” le pregunté. “Nada, con una amiga” me dejó de mirar y volvió la vista a su móvil. La voz no callaba, y me empezaba a preocupar.
Cada vez estaba más preocupado por nosotros, tenía miles y miles de francos en la lavadora y no sabía qué hacer con ellos. Tenía más dinero del que podía gastar. Quería irme a vivir con ella, pero sospechaba que estaba con alguien. Y mi estado mental iba cada vez a peor, seguía bebiendo y cada vez ocurrían cosas más extrañas.
Por la mañana como siempre, acudía al bar, ya era rutina. Pero hoy era diferente, cuando estaba llamando al camarero, oí alguien detrás de mí. Miré y había una persona, con aspecto viejo, pelirrojo, y con un sombrero. Todo lo que hacía, lo apuntaba en una libretita. Se creía que no me daba cuenta, pero lo estaba viendo por el espejo que había en la barra. Si me estaba espiando, lo hacía fatal.
Al salir del bar, oí como la puerta del bar se cerraba y se volvía a abrir. Me metí en el coche y lo vi por el retrovisor. Salí del coche enfadado, y empecé a gritar. Al escuchar mis gritos, el dueño del bar salió. Me miró y me dijo : “Amir, ¿estás bien…? Ahí no hay nadie, hijo”  
Desconcertado ante todo esto, me dirigí al piso franco de mi amigo Hakim. Cuando estaba llegando, me dio por mirar hacia atrás. Y lo volví a ver, con un coche verde, y con los cristales tintados. No dejaba de seguirme.
Se lo conté a Hakim, miró por la ventana y no veía a nadie. Solo le veía yo. Pensé en contárselo a ella, pero me tomaría como un loco. Cuando llegué a casa, me hice de comer y esperé a que ella viniese para ir al centro comercial.
Le volví a ver. Una y otra vez, le oía y le escuchaba. Me susurraba, y la miraba a ella. No podía más. Una semana después de esto, se lo conté a ella. Llevaban casi un mes espiándome. Le conté como conseguimos tanto dinero, y porque pienso que me espía. Se empezó a reír y me dijo que era una tontería, que si me siguieran ella se daría cuenta.
Hasta que una vez me desperté, y lo vi encima de mí con una pistola apuntándome. Me dijo que la mataría delante de mí. Empecé a gritar y a darle puñetazos a una silueta que parecía ser la persona que me espiaba. “¿Cómo has entrado aquí?” gritaba una y otra vez. “¿Quién ha entrado en donde Amir?” me pregunto ella. “EL” le señalé. ¿”Amir, eso es la esquina de la habitación, ahí no hay nada…”
Yo le seguía viendo, y creí que ella me engañaba. Solo pensaba en coger una soga y ahorcarme…
Lo estaba meditando en el estanque. Cuando de repente vi a un hombre de una bata blanca, mirándome. “Otro no, por favor” pensé. “No quiero a otra persona que me espíe, ya tengo al maldito pelirrojo” grité. Se abalanzó sobre mí, y me inmovilizó. No podía moverme. Minutos después la vi a ella. “¿Quiénes son?” le pregunté. “Es gente que te va a ayudar Amir, nadie te espía, tienes una enfermedad”. “ESO ES MENTIRA” grité “Lo veo a él, como veo que tú me engañas”. Hubo un silencio. La persona de la bata blanca me levantó y me llevó.